XI.
(...)
En el granero flota el calor de la vida, la pasión y el aroma de la vida. Pero cuando el motor de un tractor se apaga, se queda tan muerto como el mineral del que está hecho.
El calor le abandona igual que el calor de la vida abandona a un cadáver.
Luego se cierran las puertas de hierro galvanizado y el conductor se va a casa, a la ciudad, que quizá esté a veinte millas de distancia, y no necesita volver en semanas o meses, porque el tractor está muerto.
El trabajo pierde interés, tan eficaz que la tierra y trabajar el campo dejan de producir emoción y desaparecen también la profunda relación del hombre con la tierra.
Dentro del conductor del tractor crece el desprecio que sólo es capaz de sentir un extraño que posee escasa comprensión y al que no une ninguna relación.
Porque los nitratos no son la tierra y la longitud de la fibra del algodón no es la tierra. El carbono no es un hombre, ni lo son la sal, el agua, el calcio.
Él es todo eso, pero también mucho más y la tierra es mucho más que lo que revela su análisis. El hombre es algo más que los elementos que lo componen, conoce la tierra.
Pero el hombre de la máquina, conduciendo un tractor muerto por un campo que no conoce ni ama solo entiende la química;
y siente desprecio por la tierra y por sí mismo. Él va a si casa. y su casa no es el campo-.(...)
"Las uvas de la ira" Steinbeck
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