Caminando por Madrid esta mañana encontré cientos de botones que sin saber por qué cayeron entre las rendijas de una acera.
Botones de todos los colores, de todos los tamaños... ¿Cuántas personas habrán llevado esos botones?
¿Cómo llegaron ahí?
Botones que en algún momento sirvieron a su dueño para poder cerrar una chaqueta, para poder juntar un trozo de tela con otra... ahora inútiles, muertos en una acera; encasillados, solitarios.
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